La tristeza de no vernos la cara

Tras esta larga fase de confinamiento a causa del COVID-19 llega, por fin, la «desescalada». Y con ella la obligación-recomendación de usar mascarillas. Ya tenemos un poco más de libertad de movimientos y de reunión por lo que tenemos que adoptar y aceptar nuevas normas para relacionarnos. Al menos mientras no haya una vacuna contra el virus que nos dé más seguridad a todos.

Hasta ahora veíamos a los orientales usar las mascarillas por la calle debido a la contaminación y, al menos a mí, me generaba pena: «Pobres, tener que llevar eso todo el día. ¡Lo incómodo que tiene que ser!».

Ahora que nosotros también tenemos-debemos llevarlas, la sensación de pena es por no ver la cara de nuestros vecinos. No ver sus expresiones, si van contentos o tristes, preocupados o distraídos… incluso ¡no reconocerlos!

No reconoces a nadie a primera vista. Tienes que fijarte bien en detalles para reconocer a gente que antes veías de lejos y ya sabías si saludarlo o tenías que cambiar de acera 🙂

No hace tanto leí que los humanos somos los únicos primates que tenemos blanco en los ojos rodeando el iris. El motivo es porque necesitamos saber en qué dirección está mirando nuestro interlocutor para obtener información «no verbal» que complementa la comunicación.

Lo mismo pasa con las expresiones faciales. Hablar con alguien viéndole la mitad de la cara es «hablar a medias». Necesitamos esa parte de la información para completar el mensaje.

Otro de los efectos colaterales de esta maldita situación es el contacto físico. Llevamos siglos siguiendo normas establecidas para saludos y despedidas en todos los ámbitos de la vida. Saludos formales e informales necesarios para comenzar o terminar una conversación. Ahora todo cambiará de golpe con el consiguiente desajuste. Te acercas alguien, conocido o no, y no sabes si darle la mano, un beso o un abrazo sin ser rechazado en la maniobra. O al contrario, rechazar el beso, la mano o el abrazo del que nos saluda provocando una situación embarazosa.

Indudablemente, el uso de mascarillas es altamente recomendable en todos los espacios públicos o donde haya personas que no sean de nuestro entorno más cercano. El siguiente gráfico nos lo indica.

Supongo que esta «nueva realidad» no será eterna y poco a poco retornaremos a la normalidad cuando vayamos perdiendo el miedo al contagio, una vez tengamos controlada la enfermedad y, sobre todo, tengamos una vacuna eficaz.

Mientras tanto nos «medio» vemos cuando podamos…

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